¡Qué difícil es para nosotros los hijos de los alcohólicos entablar relaciones de pareja sanas! O al menos intentarlo, sobretodo cuando buscamos imperiosamente la necesidad de ser estables y formar nuestro propio hogar o encontrar a la persona idónea. Algunos encontramos en nuestra pareja de nuevo a nuestro “padre o madre” o nos vemos cambiando completamente nuestras actitudes y personalidad en cuanto estamos junto a esa persona. Muchos de nosotros no tenemos vida propia cuando tenemos pareja, como si dejásemos de existir y nos volviéramos una sombra de esa otra persona. Nuestras relaciones las absorbe completamente la relación: dejamos de lado amigos, consejos de familia, actividades personales y gustos propios; somos capaces de escondernos y de mentir por esta nueva obsesión llamada “pareja” y empezamos a actuar de nuevo como lo hicimos con el alcohólico, sólo que este nuevo asunto se llama “novio”.
Como hija de alcohólico mi vida siempre se ha caracterizado por un sentimiento de ayuda a los demás. No es que esté mal ayudar al prójimo, pero con tal de no ver dentro de mi, he descubierto que puedo vivir arreglándole la vida a otras personas sin ocuparme de la mía.
Soy la hija mayor en mi familia, y me sentía con la responsabilidad, desde muy temprana edad, de cuidar de todos, hasta el punto en que mis propias necesidades, sobretodo las emocionales, pasaban a segundo plano. Todo esto lo he reflejado en cada relación de pareja que establezco. Siempre mis novios han tenido características “especiales”, atraída principalmente por hombres problema o mejor dicho, hombres emocionalmente indisponibles, así como mi alcohólico fue conmigo. He conocido de todo: alcohólicos, dependientes químicos, dependientes económicos, indecisos, confundidos e irresponsables, etc., y me he dado cuenta que no importa que elija concientemente a un “no alcohólico”, siempre en el fondo tendrán características enfermas que yo misma sigo tratando de cambiar en esa persona; esperando otro día para ver una actitud diferente, creyendo falsas promesas y teniendo expectativas idealistas en personas que, invariablemente, siguen siendo mi “figura alcohólica”.
Es muy extraña la forma en que el amor se confunde para nosotros los hijos adultos: queremos formar familias diferentes a las que tuvimos, anhelamos atención y cariño, así como respeto; creemos, con todo el corazón, que no repetiremos las carencias de nuestro hogar, pero finalmente muchos de nosotros terminamos atados a una relación de pareja similar a la de nuestros padres, tal vez no con un alcohólico, pero si con personas emocionalmente dañadas de las que esperamos con ahínco un cambio para que todas nuestras idealizaciones poco realistas se cumplan.
¡Que difícil ha sido para mi! y que maravilloso también darme cuenta, gracias a mi grupo HAA, que tengo un gran miedo a la soledad que no me permite estar sin pareja por mucho tiempo, que el sentimiento de abandono es el que me hace evitarlo.
Hoy entiendo que mi mayor problema es el tipo de decisiones que tomo, mis juicios enfermos queriendo ver lo que no existe. El problema para mi está en la elección. Mientras siga cayendo en éste circulo de “rescate”, queriendo ver el potencial de una pareja antes de ver lo que realmente es, sé que seguiré sufriendo.
Hoy puedo dar gracias a mi poder superior y a mis compañeros de grupo porque me enseñan a amarme más a mi misma que a la persona que elija para relacionarme.
Hoy sé que mi valor no me lo dará ninguna persona ajena, y que soy capaz de terminar con una relación cuando ésta dañe mi propia vida, cuando sienta que estoy confundiendo amor con compasión, rescate, obsesión o miedo. Sé que puedo mirar dentro de mi y encontrar todo lo que busco.
Ana A.
Como hija de alcohólico mi vida siempre se ha caracterizado por un sentimiento de ayuda a los demás. No es que esté mal ayudar al prójimo, pero con tal de no ver dentro de mi, he descubierto que puedo vivir arreglándole la vida a otras personas sin ocuparme de la mía.
Soy la hija mayor en mi familia, y me sentía con la responsabilidad, desde muy temprana edad, de cuidar de todos, hasta el punto en que mis propias necesidades, sobretodo las emocionales, pasaban a segundo plano. Todo esto lo he reflejado en cada relación de pareja que establezco. Siempre mis novios han tenido características “especiales”, atraída principalmente por hombres problema o mejor dicho, hombres emocionalmente indisponibles, así como mi alcohólico fue conmigo. He conocido de todo: alcohólicos, dependientes químicos, dependientes económicos, indecisos, confundidos e irresponsables, etc., y me he dado cuenta que no importa que elija concientemente a un “no alcohólico”, siempre en el fondo tendrán características enfermas que yo misma sigo tratando de cambiar en esa persona; esperando otro día para ver una actitud diferente, creyendo falsas promesas y teniendo expectativas idealistas en personas que, invariablemente, siguen siendo mi “figura alcohólica”.
Es muy extraña la forma en que el amor se confunde para nosotros los hijos adultos: queremos formar familias diferentes a las que tuvimos, anhelamos atención y cariño, así como respeto; creemos, con todo el corazón, que no repetiremos las carencias de nuestro hogar, pero finalmente muchos de nosotros terminamos atados a una relación de pareja similar a la de nuestros padres, tal vez no con un alcohólico, pero si con personas emocionalmente dañadas de las que esperamos con ahínco un cambio para que todas nuestras idealizaciones poco realistas se cumplan.
¡Que difícil ha sido para mi! y que maravilloso también darme cuenta, gracias a mi grupo HAA, que tengo un gran miedo a la soledad que no me permite estar sin pareja por mucho tiempo, que el sentimiento de abandono es el que me hace evitarlo.
Hoy entiendo que mi mayor problema es el tipo de decisiones que tomo, mis juicios enfermos queriendo ver lo que no existe. El problema para mi está en la elección. Mientras siga cayendo en éste circulo de “rescate”, queriendo ver el potencial de una pareja antes de ver lo que realmente es, sé que seguiré sufriendo.
Hoy puedo dar gracias a mi poder superior y a mis compañeros de grupo porque me enseñan a amarme más a mi misma que a la persona que elija para relacionarme.
Hoy sé que mi valor no me lo dará ninguna persona ajena, y que soy capaz de terminar con una relación cuando ésta dañe mi propia vida, cuando sienta que estoy confundiendo amor con compasión, rescate, obsesión o miedo. Sé que puedo mirar dentro de mi y encontrar todo lo que busco.
Ana A.
Ilustracíon.Tania C.